Quiero escribir

Quiero escribir para callarme la boca, para cambiar mi mundo. No para cambiar el mundo, ese mundo de fusilados y cobardes, sino para que mis dedos se sorprendan y mis tíos se consternen. Quiero pasar mis poemas a mis amigos como si fueran contrabando, a cada uno un poema diferente para que al leerlo me desmiembren y cada cual tenga un pedazo de mi alma. A mi madre le dejo mis ojos y a los que les toquen los dedos formarán la sociedad de los 10, ellos serán los encargados de levantar estatuas hechas de nube en mi honor. Quiero escribir secretos que nunca revelaré a nadie. Quiero encargarle a mi hermano que queme todo cuando me muera, que haga una misa en la capilla en la que comulgamos por primera vez y me entierre al pie de un árbol sin ataúd y sin lápida para que mi mera existencia sea una conspiración. Quiero guardar mis letras en toneles en un sótano para que se fermenten y para sacar una única botella por cosecha que no abriré nunca. Quiero que mis dedos toquen el mundo como la superficie de un estanque inmóvil y que se haga una marea apenas perceptible en su superficie. Quiero que en cien años mi Mágnum Opus sea reciclado como papel higiénico, que sea utilizado, muerto y sepultado, que descienda al basurero municipal, que al tercer día sea vuelto a reciclar y esté sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. Quiero que cuando me pregunten a qué me dedico pueda decir que soy un fusilado y un cobarde, un ingeniero, un abogado o cualquier cosa. Quiero ofrecer a mis lectores la posibilidad de asomarse conmigo al abismo de la eternidad, que se den cuenta que con ellos morirán párrafos que jamás serán leídos ni vueltos a escribir, que sientan la fragilidad del papel y la tinta, que regresen a sus casas y abracen a sus familias. Que sus hijos algún día silben mis versos sin saber de dónde conocen esa melodía, sin saber que con esas páginas se hizo el confeti de sus cumpleaños.

No planeo estar en las bibliotecas y los syllabus universitarios. Planeo más bien como el piloto que ha aceptado que el motor no va a volver a encender y hace una última maniobra para salvarse. Planeo como el avión de papel que cae al estanque, es decir, no planeo. Como los adolescentes que se quedan solos por primera vez y no tienen la mínima idea de lo caros que están los pañales.

Asimismo escribo. Sin saber que depara el siguiente párrafo, a veces sin saber que depara la siguiente sílaba.